Hoy en día, la pena de muerte está cada vez más desterrada de las leyes de los países más desarrollados, pero aún se sigue planteando el debate sobre si es adecuado o no para castigar determinados crímenes. Puede ser un tema delicado, pero aplicar la pena capital podría traer numerosos beneficios para la sociedad.
Cuando asesinos o violadores aparecen en televisión, no es raro escuchar que merecen su propia medicina. La gente asiente de acuerdo cuando alguien se atreve a mencionarlo en voz alta, e incluso puede que se nos venga a la mente algún ejemplo reciente.
Es evidente que muchas otras personas rechazan este castigo, por considerarlo inmoral o por creer que todos merecen una segunda oportunidad. Sin embargo, aunque hay delincuentes capaces de reinsertarse, en el caso de criminales reincidentes en delitos graves, queda claro que no son individuos capaces de vivir en sociedad. Datos del INE confirman que un 16% de los acusados por homicidio y un 13% de los acusados por delitos contra la libertad sexual reinciden. Pero la pena de muerte no solo sería adecuada para estos casos, sino también en casos de terroristas o infanticidas, como José Bretón o los padres de Asunta Basterra (con el agravante de que eran sus hijos).
Castigar con la pena de muerte no debe ser una decisión tomada a la ligera, pero traería un importante beneficio para la sociedad, pues algunos potenciales criminales se abstendrían de delinquir. Además, según una experta de la Universidad Autónoma de Madrid, hay ciertos criminales “incurables”. No tiene sentido mantener a alguien en la cárcel si nunca va a saber comportarse en sociedad, por lo que todos caminaríamos más tranquilos por la calle sin esas personas.
Aplicar el “ojo por ojo” sin establecer unos límites claros podría llevar a su abuso, por lo que, aunque no se use habitualmente, considero adecuado el comodín de la pena capital ante un caso extraordinario.
María Iglesias Sousa
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