miércoles, 12 de marzo de 2025

Textos premiados del certamen literario de San Valentín

                      ESO:
                              Aarón Escribano

              Bachillerato:

La luz del sol iluminaba toda la habitación. A pesar de la belleza del día, Sarah se sentía
sumergida en un mundo gris. Cada mañana, las palabras hirientes de Andrew, su novio,
eran como un recordatorio de su constante dolor. Mientras se vestía para ir a comprar, no
muy escotada por si a él le molestaba, se preguntaba a sí misma si hoy sería diferente, si
hoy tendría el valor para decir basta.
Sarah, llevaba tres años con Andrew, al principio todo iba bien, parecían la pareja perfecta, sin
embargo, un día todo se torció, comenzaron los insultos, las prohibiciones, los golpes. Pero,
aun así, se quedó con él. Le quiso pese a todo.
Era una chica risueña, siempre iba muy bien vestida, pues era muy coqueta, pero lo que
más destacaba de ella era su sonrisa. Hacía mucho que no la enseñaba.
Al terminar de tapar los moretones del brazo, suspiró y salió de la habitación.
De vuelta a casa, Andrew se quedó a tomar algo con unos amigos, mientras que Sarah tuvo
que regresar a casa, pero no sin antes escuchar la amenaza de su pareja:
“Como vea que en diez minutos no estás en casa, al llegar, atente a las consecuencias”.
Pues le había obligado a compartir su ubicación.
Ella sabía a lo que se atenía, así que fue lo más rápido que pudo.
Al llegar a casa, colocó la compra y se sentó en el sofá a mirar el móvil. Tenía varias
notificaciones sin leer, seguro que es de Andrew preguntándole que hacía, si estaba sola y
obligándole a mandar una panorámica para conseguir la tranquilidad de este. Tenía un
mensaje, pero no reconocía el número. Al abrirlo, no supo descifrar que sintió, rabia,
tristeza, no lo sabía, pero en ese momento, algo cambió en ella. La colección de fotos y
vídeos de su novio con otra chica fue el detonante para que Sarah dijera basta.
Y así fue, terminó su relación con él y pidió una orden de alejamiento. Los procesos de
maltrato son tan lentos que tuvo que soportar que Andrew la persiguiera y acosara. Sarah
tomó la decisión de irse a vivir a otro sitio, Estados Unidos para ser exactos.
Pasaron varios años y ella fue recomponiéndose poco a poco de todas las heridas
causadas por su ex, y no, no solo las físicas, porque a Sarah le dolía más el corazón que
todas aquellas heridas.
Volvió a retomar contacto con su familia y amigos, a quienes no los veía desde hace años,
pues Andrew se había encargado de ello.
Un día, ni más ni menos que el 14 de febrero, Sarah fue en busca de una floristería para
comprarse una flor, en honor a dicha fecha, pues aprendió, que no hay amor tan puro y
verdadero que el propio. Entró en “Pétalos y sueños”, compró la rosa más hermosa del
local, aunque no hacía justicia a la belleza de Sarah. Ambas se parecían, pues destacaban
de una manera que no lo hacían las demás.
Sarah iba concentrada en su flor, cuando sin querer, chocó con alguien y cayó al suelo. Una
voz masculina le pidió perdón y le ayudó a levantarse. Cuando se miraron a los ojos, Sarah
sintió que se ahogaba en un océano. Sus ojos azules, su pelo revuelto color azabache y
esa mirada pícara fueron suficientes para saber que ese choque traería nuevos comienzos. 
Así fue, Sara y Alan, pues así se llamaba el chico misterioso, se dieron la oportunidad de
conocerse.
Sarah se sentía libre con él. Volvió a brillar, como solo ella podía hacerlo. El sol la envidiaba
por ello.
Alan le enseñó que no porque sea capaz de aguantar los golpes de la vida, ha de
enfrentarse a ellos sola.
Construyeron una relación basada en el respeto y comprensión, un amor puro y verdadero.
Ambos se complementaban, encajaron a la perfección, como si hubiera sido obra de alguien
que se encontraran. Y puede que así sea.
Muchas veces cupido lanza flechas al aire por diversión o por aburrimiento, pero tened la
certeza, de que estas flechas no fueron al azar.
                   Yevelin Silva Villalibre


No hay comentarios:

Publicar un comentario