TRAGEDIA GRIEGA: Medea.
EURÍPIDES (aprox. 430 a.C.)
Fragmento I
MEDEA.– A mí este suceso que vino inesperado me ha destrozado el ánimo; estoy perdida, ya no tengo afición a la vida;
quiero morir, amigas. Porque mi esposo, el que era todo para mí, como él sabe muy bien, resulta ser el peor de los hombres.
De todas las criaturas que tienen mente y alma no hay especie más mísera que la de las mujeres. Primero han de acopiar
dinero con que compren un marido que se vuelva amo de sus cuerpos, lo cual es ya la cosa más dolorosa que hay. Y en ello
es fundamental el hecho de que sea buena o mala la compra, porque el divorcio no es honroso para las mujeres ni el rehuir
al cónyuge. Llega una, pues, a nuevas leyes y usos y debe hacerse adivina, pues nada de soltera aprendió sobre cómo
portarse con su esposo. Si tras tantos esfuerzos, se amolda el hombre y no protesta contra el matrimonio, vida envidiable es
ésta; pero, si no ocurre así, vale más morirse.
El varón, si se aburre de estar con la familia, pone fin en la calle al hartazgo de su ánimo; nosotras no tenemos a nadie más a
quien mirar. Y dicen que vivimos en casa una existencia segura mientras ellos combaten con la lanza, pero lo dicen sin razón:
yo preferiría tres veces formar con el escudo antes que parir una sola vez. El mismo lenguaje no me cuadra como a ti,
Corifeo1
: tú tienes esta ciudad, la casa de tus padres, los goces de la vida, el trato con los amigos… y yo, en cambio, padezco
la ofensa de mi esposo, que me raptó de mi tierra bárbara, abandonada, sin patria, madre, hermanos, parientes en los
pudiera apoyarme ante este infortunio.
Sin embargo, en fin, yo quisiera de ti obtener sólo esto, que, si yo encuentro un medio o manera de vengar el mal que mi
marido me ha hecho, sepas estar callado, Corifeo. Pues la mujer es asustadiza y no puede disponerse al combate ni
contemplar las armas, pero, cuando la ofenden en lo que toca a sus afectos, nada hay en todo el mundo más sanguinario
que ella.
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